miércoles, 30 de mayo de 2012

Dibujar su inicial por todos lados, e incluso en tu mano


Sonreír cuando te habla como si fuera lo más gracioso del mundo y decirle con esa vocecita tan aguda que te sale que es tonto. Obsesionarte con las llamadas perdidas, su voz y sus mensajes interminables. Creer que su olor ha de formar parte de cualquier molécula de oxigeno que inspires, que sus pupilas y sus iris van a acabar de trastornarte, porque esos ojos marrones son encantadores.



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