lunes, 24 de septiembre de 2012


Sentado en un banco, fumando un cigarrillo. Le prendes. Le colocas en la boca. Cierras los ojos y le saboreas. Das una calada, dos y tres.Y de repente la ves. En un abrir y cerrar los ojos ya no paras de pensar en ella. Desaparecen las complicaciones. Sólo quieres gritar, gritar su nombre. Gritar lo guapa que és. Gritar lo que la quieres. Gritar que quieres que sea tuya. Cogerla de la cintura y acercartela. Mirarla a los ojos, y indagar en su sonrisa. Sí, esa que te gusta tanto. Esa de la que te enamoraste. Y quererla, sentirla. Y en ese momento, parece haberte oído. Viene. Se acerca a tí caminando. Y ella parece feliz. Camina con elegancia. Tú no puedes creertelo. Se para, te mira a los ojos con picardía. Piensas que quiere un cigarrillo. Sacas al cajetilla y el mechero. Y en ese momento dice: No, no quiero un cigarrillo, no quiero nada de eso. Solo te quiero a ti. Quiero que me grites que me quieres. Que quieres que sea tuya. Quiero que me digas ven, porque si lo haces yo voy. Quiero que me cojas con dulzura y delicadeza y me acerques a tí. Quiero sonreírte siempre y que te enamores poquito a poco de mí. Quiero que seas tú y nadie más. Y en ese momento algo se acciona. Tu corazón late fuerte. Lo imposible parece haber desaparecido, parece que se ha convertido en lo más bonito que hallas tenido. Y eso es, ella es lo más bonito.

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